viernes, 26 de febrero de 2010

Viajando con los Rolling Stones

(Mick Jagger en Nueva York, gira 1972. posted to Flickr by divadivamusic)

Dicen que en 2010 no habrá gira mundial de los Stones…

En su excelente y exhaustivamente documentado libro Rolling with the Stones, el bajista del grupo, Bill Wyman, evoca sus recuerdos de la gira americana que los Stones hicieron en 1972, la misma que Robert Greenfield inmortalizó en Viajando con los Rolling Stones. Lo curioso del caso es que el meticuloso Wyman menciona que los escritores Truman Capote y Terry Southern seguían la gira en calidad de cronistas (Capote, que recibió el encargo de la revista Rolling Stones, la abandonó muy pronto, contrariado con la actitud de los Jagger y los suyos), pero no menciona en ningún momento a Greenfield.

Se sabe que Mick Jagger se arrepintió de haber permitido que Greenfield tuviera libre acceso a la banda para escribir posteriormente sobre la gira (el libro no le gustó). ¿Quizás tampoco le gustó al bajista de los Stones y por eso decidió obviarlo en su alucinante recopilación?

En cualquier caso, yo también esperaba más de un libro mítico como es Viajando con los Rolling Stones (“S.T.P: A Journey through America with the Rolling Stones”). Acepto la importancia histórica del documento, por su retrato de la sociedad americana de la época; la canonización de la gira americana de los Stones en 1972 como uno de los fenómenos culturales de la década; y por contribuir al inicio de la leyenda de los Stones como “la banda de rock and roll más grande del mundo”. Pero no puedo evitar cierto escepticismo sobre lo que de verdad pudo ver Greenfield con sus propios ojos. El equipo de la gira, incluyendo a los propios Stones, viajaba casi siempre dividido (hasta el punto de encontrarse a menudo en ciudades diferentes) y queda patente que parte de la crónica la escribe a partir de informaciones facilitadas por terceras personas, pero el autor nunca lo aclara ni cita fuente alguna (más allá de reproducir algunas conversaciones, como si él siempre hubiera estado presente cuando se producían). Greenfield llega a relatar hechos protagonizados por algunos Stones en diferentes lugares al mismo tiempo, sin que esté documentado su don para la ubiquiedad. Vamos, que se hace difícil separar el grano de la paja, la verdad de la ficción, el rock & roll de la fantasía del rock & roll.

Y hablando de paja, ese es otro de mis problemas con el libro: demasiadas páginas no aportan nada e incitan a dar saltos hacia delante (tuve que reprimirme).

Ciertamente fue más excitante ver en su día Cocksucker blues, el documental que Robert Frank grabó durante esa misma gira. Cuando los Rolling Stones vieron el resultado prohibieron su exhibición (¡qué difícil es contentar a Mick Jagger!), pero circula desde hace muchos años una versión pirata no censurada del documental. La filmación de Robert Frank muestra el desenfreno de la gira: fiestas en el backstage, consumo de drogas, sexo explícito… Aunque luego se supo que no todo fue tan espontáneo como parecía: las escenas de sexo en el avión, por ejemplo, estaban planificadas, por eso los Stones se mantienen al margen y actúan sólo como voyeurs.

Cocksucker blues es el nombre de la canción que Mick Jagger entregó a DECCA cuando la discográfica obligó a los Stones a entregar un último tema antes de dejarles marchar a Atlantic. Obviamente DECCA no pudo publicarla jamás, como tampoco se pudo comercializar el documental de Robert Frank.

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